El flamenco es cante, baile y toque. Pero también son sus palmas, sus zapateados y claro, su percusión. Y hablar de percusión en el mundo del arte jondo es hacerlo del popular cajón flamenco. Un instrumento del que se suele hablar –escribir, en este caso– poco, pero que no por ello tiene menos importancia. Te contamos algunas curiosidades, así como su origen e historia. ¡Vamos al lío!
Estamos tan acostumbrados a verlo, que nos da la impresión de que el cajón flamenco ha formado parte del arte jondo desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, este instrumento ligado al flamenco solo tiene unas décadas de historia. Llegó a nosotros en la década de los 70 del pasado siglo.
Y quizá te sorprenda, pero fue el gran Paco de Lucía el que lo descubrió en el año 1977. El cajón tiene su origen en los esclavos africanos que residían en Perú en el siglo XVIII. Por aquel entonces usaban las cajas y su movimiento para generar sus potentes ritmos.
Cuando Paco de Lucía hizo una gira por Perú asistió a una fiesta organizada por el embajador de España. Allí vio actuar a Chabuca Granda, acompañado de un músico que tocaba el cajón. Amor a primera vista. Al escucharlo, Paco no se lo pensó y acompañó su sonido con el de su guitarra. En poco tiempo tenía junto a él al percusionista brasileño Rubem Dantas (Salvador de Bahía, 1954) manejando a las mil maravillas semejante instrumento.
Parece evidente que justo en ese momento se vio lo bien que encajaba el cajón con la percusión del arte jondo. Una percusión que hasta ese instante solo se llevaba con palmas. El cajón era más consistente y preciso. Y además, su sonido agudo era similar al del tacón de un bailaor o bailaora, mientras que el grave se asemejaba al zapateado.
«En Artes Escénicas Rebollar tenemos muy en cuenta la percusión flamenca y nos encanta recibirte para aprender un poco más sobre el cajón o la guitarra. Si eres un apasionado del flamenco en Sevilla, visita Artes Escénicas Rebollar. Echaremos un ratito con mucho pellizco y compás»
Paco de Lucía se trajo un cajón a España y lo usó por primera vez en el teatro del parque de atracciones de la Casa de Campo de Madrid. Poco tiempo después todos los tablaos tenían un cajón flamenco. Así se inició una bonita historia de amor con este instrumento.
Como era de esperar, el cajón ha sufrido una gran evolución desde el uso que le daban aquellos esclavos africanos a las cajas que transportaban enseres y productos. Hoy en día el cajón se fabrica con madera de mohena y requia. En su parte delantera tiene una superficie lisa de madera, donde se producen los golpes que dan el ritmo. En la parte trasera hay un agujero en forma circular para aumentar la difusión del sonido.
Por norma general sus paredes tienen un grosor entre 9 y 15 milímetros, por lo que es muy ligero. Su altura se sitúa entre los 47 y 50 cm, mientras que su ancho es de 28 a 30 cm, al igual que su profundidad. A diferencia del peruano, el cajón flamenco ofrece una tonalidad más aguda y brillante.
Cerramos con la tipología de cajones flamencos. Además del tradicional, uno de los más usados es el cajón con bordones. Este tiene en su interior entre dos y cuatro cuerdas de guitarra, que rozan la superficie al golpear el cajón. Gracias a esto se genera un sonido seco, separando graves y agudos.
Otro modelo es el híbrido, aunque menos utilizado en el flamenco y más destinado para otros géneros musicales. Este modelo junta los sonidos tradicionales con otros artificiales y electrónicos. Suelen tener unos triggers o disparadores electrónicos que emiten sonidos en función del ritmo que se marca manualmente. Curioso, ¿verdad? Pues ahí va una última curiosidad: los cajones flamencos con cuerdas se pueden afinar. Normalmente tienen unos tornillos, unas mariposas o unas ruedecitas en la base o la taba. Gracias a estas se puede conseguir afinar el cajón a través de las cuerdas.
En Artes Escénicas Rebollar tenemos muy en cuenta la percusión flamenca y nos encanta recibirte para aprender un poco más sobre el cajón o la guitarra. Si eres un apasionado del flamenco en Sevilla, visita Artes Escénicas Rebollar. Echaremos un ratito con mucho pellizco y compás.