El flamenco –arte de raíz andaluza– es universal. Sí, ya lo hemos dicho muchas veces. Y nosotros lo sabemos bien, que tenemos alumnado de todas las partes del planeta. Este noble arte encontró en Japón una segunda patria. Lo que comenzó como una serie de visitas artísticas en el primer tercio del siglo XX se consolidó, décadas más tarde, como un fenómeno cultural de gran profundidad. A día de hoy, Japón es el segundo país del mundo con mayor número de academias de flamenco, por delante incluso de muchas regiones españolas. Curioso, ¿verdad?
El primer contacto documentado entre el flamenco y Japón se remonta a 1929, cuando la bailaora Antonia Mercé, conocida como La Argentina, presentó en Tokio una adaptación escénica de El Amor Brujo. Aquel viaje, en plena modernización del país nipón, coincidió con un momento de transformación social, en el que las mujeres japonesas comenzaron a participar activamente en prácticas artísticas. El flamenco, con su fuerza expresiva y su lenguaje físico, encajó con ese proceso de apertura.
«Hoy, el flamenco en Japón no es un fenómeno de moda ni una simple admiración exótica. Es una práctica artística arraigada, con generaciones de intérpretes, público fiel, y una comunidad que lo ha incorporado con respeto, estudio y pasión»
La expansión real del flamenco en Japón se aceleró tras la Segunda Guerra Mundial. En los años cincuenta y sesenta, compañías como las de Pilar López, Antonio Gades, Rafael Romero o Manolo Vargas incluyeron Japón en sus giras internacionales. Aquellos artistas llevaron consigo un arte vivo, complejo, que despertó el interés de un público muy distinto al europeo, pero profundamente receptivo.
La figura del guitarrista Paco de Lucía fue clave. Su presencia escénica y su virtuosismo conectaron con la sensibilidad japonesa, desmintiendo el prejuicio de que el flamenco sólo podía entenderse desde dentro. Él mismo afirmaba que el público japonés «tenía el temperamento, pero contenido».
Ese contraste entre contención y pasión es, precisamente, una de las claves que explican el arraigo del flamenco en Japón. En una sociedad con fuertes normas de comportamiento y autocontrol emocional, el arte jondo ofrece una vía de expresión legítima, poderosa y codificada. En palabras recogidas por David López Canales en Un tablao en otro mundo, una artista japonesa afirmaba: «Si una japonesa quiere mucho a un hombre, no puede decírselo. Eso se guarda y se esconde». El flamenco se convierte así en un canal donde lo reprimido encuentra forma y ritmo.
Durante las décadas siguientes, el vínculo se intensificó. Muchas personas viajan cada año desde Japón a Andalucía para formarse con artistas locales. Otras residen de forma prolongada en ciudades como Sevilla, Granada o Jerez. En Japón, el número de academias y agrupaciones ha crecido de forma constante, incluyendo dos federaciones nacionales: una abierta al público general, y otra específicamente universitaria. Esta última organiza intercambios con España cada verano.
«En Artes Escénicas Rebollar adoramos el flamenco y nos encanta que alumnado de todo el mundo, como Japón, ame el arte jondo tanto como nosotros. Si quieres disfrutar y aprender el mejor flamenco de Sevilla ven a nuestra escuela»
Además, el Instituto Cervantes inauguró en 2007 su sede más grande en el extranjero precisamente en Tokio, señal de la relevancia cultural del vínculo hispano-japonés. Artistas como Yoko Komatsubara o Shoji Kojima han desarrollado carreras de gran reconocimiento en ambos países, siendo piezas fundamentales en la consolidación del flamenco en el archipiélago.
Existen, también, afinidades musicales que han facilitado el diálogo: la afinación vocal rasgada, la estructura rítmica, o ciertos giros melódicos del cante tienen ecos en la música tradicional japonesa. Sin embargo, más allá de las similitudes, lo que ha hecho del flamenco una práctica tan significativa en Japón es su capacidad para vehicular una forma intensa de sentir, lejos de la expresión verbal directa, pero cargada de profundidad emocional.
Hoy, el flamenco en Japón no es un fenómeno de moda ni una simple admiración exótica. Es una práctica artística arraigada, con generaciones de intérpretes, público fiel, y una comunidad que lo ha incorporado con respeto, estudio y pasión. Un intercambio que sigue creciendo con cada compás.
En Artes Escénicas Rebollar adoramos el flamenco y nos encanta que alumnado de todo el mundo, como Japón, ame el arte jondo tanto como nosotros. Si quieres disfrutar y aprender el mejor flamenco de Sevilla ven a nuestra escuela. Echa un ratito, que no te va a defraudar.
→ Imagen superior: la bailaora japonesa Junko Hagiwara La Yunko, en el Festival Guirijondo de Palomares del Río, 2024. Meses después ganó el Desplante del Concurso de La Unión. Foto: perezventana