Las castañuelas y su latido en el flamenco

Publicado el 23 junio 2025

Aunque solemos asociar el flamenco al cante, al baile y al toque, no hay que olvidar que otros factores como las palmas o el cajón son fundamentales en el arte jondo. Sin embargo, se suele pasar por alto el sonido de las castañuelas, también conocidas como palillos. ¿Cuánto sabes sobre este instrumento? Quédate, que te lo vamos a ir contando todo con mucho compás.

 

Si hay un sonido capaz de evocar, con un solo repique, la esencia del flamenco, ese es el de las castañuelas. Pequeñas, pero con una voz poderosa, las castañuelas se han ganado un lugar de honor en el alma del arte flamenco. Acompañan al baile, al cante y a la guitarra con una expresividad rítmica que las convierte en algo más que un simple instrumento: son una prolongación del cuerpo y del sentimiento del intérprete.

 

Un instrumento con alma española

Aunque su historia nos remonta a épocas y geografías lejanas, fueron los fenicios quienes, hace más de tres mil años, trajeron consigo los primeros crótalos, antecesores de nuestras castañuelas. O eso dicen los que saben. Con el paso del tiempo y gracias al mestizaje cultural del Mediterráneo, este pequeño instrumento encontró en la Península Ibérica un hogar donde florecer. Fue en España donde su forma y uso se consolidaron hasta convertirse en símbolo del folclore y más tarde del flamenco.

Hoy, las castañuelas representan la percusión por excelencia del flamenco, inseparables del imaginario colectivo de este arte. Junto a la guitarra española, conforman el sonido más identificable de nuestras raíces musicales.

 

¿Cómo son y cómo suenan las castañuelas flamencas?

Las castañuelas son instrumentos idiófonos, es decir, su propio cuerpo genera el sonido. Están formadas por dos piezas simétricas unidas por un cordón —generalmente rojo, también decorativo— que permite sujetarlas al pulgar. El artesano las talla a mano, adecuando su tamaño a la mano del intérprete. Tradicionalmente se elaboraban en maderas nobles como el ébano, el palo santo o el granadillo, aunque hoy también se emplean materiales como la fibra de vidrio o la tela prensada. Curioso, ¿verdad?

Cada par consta de dos partes diferenciadas: la hembra, más aguda, que se coloca en la mano derecha, y el macho, más grave, que va en la izquierda. Esta diferencia de tonos es clave en la riqueza sonora del toque flamenco.

 

«Hoy, aunque la tecnología ha multiplicado los instrumentos de percusión disponibles, las castañuelas siguen resonando con fuerza en los escenarios, como símbolo vivo de la tradición y el duende flamenco»

 

Las partes de las castañuelas

Para entender cómo se produce su característico repique, conviene conocer su anatomía:

  • Concha: la parte principal, de forma cóncava, donde ocurre la percusión.
  • Punta: el extremo inferior de la concha.
  • Orejillas: orificios por donde pasa el cordón que une ambas piezas.
  • Puente: el estrechamiento entre las orejillas.
  • Labios: el borde que se golpea para generar el sonido.
  • Corazón: la cavidad interior que amplifica la resonancia.

 

Cómo se tocan las castañuelas flamencas

Antes de comenzar, es habitual calentar las castañuelas, rozándolas entre sí para evitar que se agrieten. Luego, se colocan en los pulgares con el nudo sobre la primera y segunda falange, dejando que queden bien sujetas pero con libertad de movimiento.

La posición de las manos es esencial: las palmas hacia el cuerpo, dedos relajados pero activos. El ritmo se inicia con la mano derecha, en una sucesión ordenada de dedos: meñique, anular, corazón e índice. La izquierda, por su parte, acompaña marcando el compás con golpes simultáneos de varios dedos.

 

«Si te gusta la sonoridad de las castañuelas o simplemente te entra el gusanillo por lo jondo, vente a Artes Escénicas Rebollar, tu escuela de arte flamenco en Sevilla»

 

De la historia al tablao

Las castañuelas no nacieron en el flamenco, pero el flamenco las ha hecho suyas. Ya en el barroco, compositores como Santiago de Murcia las integraron en piezas satíricas y fandangos. Con el tiempo, se convirtieron en acompañantes indispensables de bailes regionales y palos flamencos como las sevillanas, los verdiales, las guajiras o los caracoles.

Artistas como Carmen Amaya elevaron su uso a una forma de arte en sí misma, desplegando una técnica brillante y un sentido rítmico impecable.

Hoy, aunque la tecnología ha multiplicado los instrumentos de percusión disponibles, las castañuelas siguen resonando con fuerza en los escenarios, como símbolo vivo de la tradición y el duende flamenco.

¿Qué te parece? Ains, si es que el flamenco no puede ser más rico. Si te gusta la sonoridad de las castañuelas o simplemente te entra el gusanillo por lo jondo, vente a Artes Escénicas Rebollar, tu escuela de arte flamenco en Sevilla. Echarás un ratito de categoría y cómo no, con mucho compás, como nos gusta.

 

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