Niño Ricardo, por Capuletti.

Niño Ricardo, padre de la guitarra moderna de acompañamiento

Publicado el 25 abril 2025

 

Como ya hemos hecho en anteriores ocasiones escribiendo sobre Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía o el gran Sabicas, era cuestión de tiempo que nuestra pluma se fijase en uno de los guitarristas más grandes que ha dado la historia del flamenco. Hablamos de Manuel Serrapí, aunque no muchos lo conocen así, pero si decimos Niño Ricardo la cosa cambia. Esta es su historia.

 

Manuel Serrapí nació en la sevillana plaza del Cristo de Burgos allá por el año 1904 y el mundo del flamenco lloró su muerte en la primavera de 1972. Su padre, don Ricardo Serrapí –aquel que le da su apodo– fue charolista y aficionado a la guitarra. Cuentan que cogía el instrumento para tocar tanto en reuniones familiares como en privadas. Por eso no es de extrañar que con tan solo 13 años fuesen su padre junto a su amigo Antonio Moreno los que le introdujeron en el mundo de la guitarra.

Antes de ser conocido como Niño Ricardo se le nombró Manolo el Carbonero, ya que con 10 años su padre lo empleó en una carbonería. Ya con 14 años, Javier Molina, un genuino guitarrista jerezano, le dio la oportunidad de actuar en un tablao flamenco. No obstante, no fue hasta ya cumplidos los veinte cuando Niño Ricardo comenzó a grabar sus propios discos de pizarra.

Ricardo no solo tocaba la guitarra, la repensaba. Lo suyo no era seguir las reglas, sino romperlas con estilo. De ahí nació algo que marcaría a muchos: el Ricardismo. Más que una técnica impecable —que la tenía de sobra—, su sello estaba en cómo buscaba algo nuevo, cómo se salía del molde para llevar la guitarra flamenca a otro lugar.

No se conformaba con tocar bien. Pensaba como un músico completo, con una visión más allá de las cuerdas. Para él, los dedos no seguían un patrón mecánico de digitación, sino que respondían a lo que pedía la música, a lo que nacía de la falseta. Esa forma de entender la guitarra abrió caminos y dejó huella.

Todo un revolucionario, que desarrolló la técnica que después tomó Paco de Lucía para hacer volar el instrumento. Grabó en solitario, acompañado por otro guitarrista, Melchor de Marchena, en un par de bulerías históricas, y, sobre todo, junto a los principales cantaores del siglo XX, desde Manuel Torres hasta unos jóvenes Lebrijano y Enrique Morente, que con él empezaron sus carreras.

 

 

«Niño Ricardo pensaba como un músico completo, con una visión más allá de las cuerdas. Para él, los dedos no seguían un patrón mecánico de digitación, sino que respondían a lo que pedía la música, a lo que nacía de la falseta. Esa forma de entender la guitarra abrió caminos y dejó huella»

 

 

Fue maestro de muchos guitarristas de la época como fueron Paco de Lucía, Enrique de Melchor y Serranito, entre otros, y grabó con los mejores cantaores de la época, como Porrina de Badajoz, la Niña de los Peines, Pepe Pinto y un largo etcétera, con los que llegó a realizar giras internacionales. Compuso para grandes cantaores de copla como Juanito Valderrama, para el que escribió su mayor éxito, El emigrante o El rey de la carretera, entre otros, o para Antonio Molina, al que compuso y escribió La madrugá.

Puede que no todo el mundo lo tenga en mente, pero lo cierto es que sin él la guitarra flamenca de acompañamiento no sería lo que es hoy. Fue uno de los grandes —de esos que cambian las cosas sin hacer mucho ruido— y sin duda, maestro de maestros.

Aunque su nombre no suene tanto como otros, su huella está ahí, viva en cada arpegio, en cada compás bien llevado. Le damos la espalda a veces, sí, pero lo seguimos escuchando sin darnos cuenta. Porque cuando algo se hace bien desde la raíz, se queda para siempre.

Quizá su trayectoria como concertista no sea brillante, pero sí lo es por conducir a las grandes voces al lugar más oportuno. Esa seguirilla de Tomás Pavón A clavito y canela, la Hija de Juan Simón, de Pepe Marchena, o la Maja Aristocrática, de La Niña de los Peines. Todas secundadas por el gran Niño Ricardo al toque. Su rasgueo fue cómplice de la mayoría de los que cantaron entre los años 20 y 60 en este país.

Se quedó ronco a causa de una operación y selló su impronta con las manos. Falleció en Sevilla el 14 de abril de 1972. Sus restos descansan en el panteón familiar situado en el Cementerio de San Fernando, en Sevilla, que está coronado por un ángel de bronce que sostiene una guitarra elevada al cielo con las cuerdas rotas, símbolo de la pérdida de su toque a la muerte de Niño Ricardo. Un lugar financiado con la recaudación obtenida de la venta de un disco homenaje titulado Homenaje a Niño Ricardo. In Memoriam, grabado por una serie de ricardistas entre los que destacó Paco de Lucía.

Si paseas por Sevilla y por la plaza del Cristo de Burgos no dejes de contemplar un monumento dedicado a su persona en el lugar que le vio nacer. Algo más de cincuenta años después de su fallecimiento su recuerdo sigue muy vivo entre los amantes de la guitarra flamenca. Y si tú también aprecias el toque y el arte jondo y quieres comenzar a aprender a tocar la guitarra flamenca o simplemente mejorar tu toque, visita Artes Escénicas Rebollar, tu academia de flamenco en Sevilla.

 

Mausoleo de Niño Ricardo en el Cementerio de San Fernando, Sevilla.
Mausoleo de Niño Ricardo en el Cementerio de San Fernando, Sevilla.

 

 

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